2. Maestro observador e intérprete
"Nosotros… que somos en realidad intérpretes
y augures astutos...
ante un texto misterioso y aún no descifrado,
cuyo sentido se nos revela cada vez más..."
Federico Nietzsche:
En las múltiples miradas sobre mis experiencias pedagógicas logradas con los maestros, se aprecia su capacidad de observación y su habilidad de intérprete de los fenómenos de su propia práctica pedagógica. ¿En qué consisten estas capacidades de observador e intérprete? Me explico. El maestro observador hace registros diarios de su quehacer pedagógico. Sigue el ciclo de la Indagación. Hace observación directa, utiliza sus herramientas, sus técnicas instrumentales, sus sentidos, sus habilidades; desde sus marcos conceptuales hace conjeturas sobre su propio entorno, mira con audacia a sus estudiantes, los registra uno a uno, los observa en sus actuaciones, los interpreta y los humaniza. No son un objeto, son sus proyectos de vida y de investigación.
En su bitácora va organizando y clasificando sus observaciones, sus miradas, sus actitudes, sus interpretaciones. Es un maestro que hace pedagogía y epistemología. Las bitácoras son dispositivos pedagógicos. Utiliza como herramientas sus sentidos, mira, percibe, olfatea, gusta y descubre los hechos, los sucesos del aula. Observa, la formalidad con que se ubican los pupitres, los lugares preferidos de sus estudiantes. En este tejido de miradas, establece comparaciones, hace evaluaciones, examina lo que hacen. Se ubica de frente como siempre lo hace y establece un recorrido panorámico por el aula. Crea matrices de observación para otorgarle sentido a sus registros, sus fotografias, sus esquemas.
El lente son sus ojos. Donde pone sus ojos descubre el hecho, el acontecimiento. Se da un tiempo para establecer encuadres y gráficas. Hace sus primeras interpretaciones. Parte de conjeturas pero llega a posturas más críticas. Escribe algunas categorías y subcategorías sobre los acontecimientos del aula. Registra su discurso, moviliza conversaciones, establece roles, integra procesos, explica, grita, entona y ejemplariza. Los estudiantes toman nota y registran las situaciones que deviene sentido. Toma paso a paso las notas y las palabras del hecho observado.
Sin hacer preguntas hace un registro fotográfico de las posturas de sus estudiantes, de los gestos, de las miradas. Observa con a tención la forma como extraen sus cuadernos de la mochila, escucha las conversaciones; entiende las risas de las pequeñas travesuras de salón. En su diario de observador escribe: “Son las 7:30 de la mañana. Juana vino sin uniforme. Está un tanto triste, siendo que es la estudiante más alegre. Juana. –le pregunta: -¿Qué pasó con tu uniforme?. Y responde: -mi madre lo lavó. Estaba sucio.
Vuelve a retomar el espacio y se dirige a su escritorio. Observa con paciencia la lógica de ubicación de los estudiantes. Las mujeres se sitúan a la izquierda y los hombres a la derecha. Los hombres juegan más que las mujeres antes de sentarse y escuchar los comentarios del maestro. Cada vez que el maestro hace pausas entre discurso y discurso de orientación, se escuchan murmullos, pausas, rumores, pequeños gritos incitando al desorden. Estos parloteos vienen de las mujeres. Ellas hablan y sus gentos picaros demuestran estar atentas, implicadas con la clase.
Las instalaciones en el aula le permiten al maestro acumular y sistematizar información sobre los hechos o fenómenos que tiene relación con el problema que motiva la investigación. La instalación del aula es como una obra de arte, es el objeto a ser interpretado. De esta se pueden hacer múltiples interpretaciones y observaciones. En la aplicación de esta técnica, el maestro investigador registra lo observado, más no interroga a los estudiantes involucrados en el hecho o fenómeno de aula, es decir, no hace preguntas, orales o escrita, que le permitan obtener los datos necesarios para el estudio del problema. La observación que hace el maestro tiene la ventaja de facilitar la obtención de datos los más próximos a como éstos ocurren en la realidad.
Como investigador interprete devela un texto que puede leerse. Un texto investigado en el aula, un texto escrito para ser publicado. Es el libro del lectoinvescritor como algo valioso que tuvo su génesis en los dos procesos: la observación y la interpretación. En esta dinámica descubre que existe otras herramientas inherentes a su condición de investigador- lector- escritor: la pedagogía, la epistemología y el afecto.