En los últimos años asistimos a un aumento de consumo de jugos de frutas (zumo) y de bebidas gaseosas, refrescos e instantáneas en el población infantil.
En los niños, los jugos de frutas pueden producir diarrea por alteración de la absorción de la fructosa y del sorbitol. Además, su consumo aumentado se asocia con caries y obesidad. Por ello el Comité de Nutrición de la Academia Americana de Pediatría considera que la fruta entera ofrece beneficios nutricionales respecto al jugo por el aporte de fibra, por contener mayor proporción de hidratos de carbono complejos y por la propia textura que obliga a masticar y, por tanto, educa un hábito saludable al niño.
Las bebidas de refresco carbonatadas o los llamados refrescos también se han implicado en un mayor riesgo de caries dental, sobrepeso u obesidad y alteraciones del metabolismo de la glucosa por incremento de la insulina tras su ingesta. Los refrescos que contienen fosfatos como los de cola, tienen el riesgo añadido de producir osteoporosis a largo plazo por favorecer una relación inadecuada en la ingesta de calcio y fósforo, lo que conlleva una menor absorción y depósito de calcio, con el resultado de una menor densidad mineral ósea.
Hay evidencias de que las bebidas dulces azucaradas no logran saciar en la misma medida que las formas sólidas de hidratos de carbono, y que una ingesta elevada de azúcares puede contribuir al aumento de peso. En una revisión de 30 estudios, en niños y adolescentes, se investigó la asociación entre el consumo de bebidas azucaradas y el aumento de peso. Los autores concluyeron que existe una asociación positiva entre un mayor consumo de bebidas azucaradas y el aumento de peso así como la obesidad tanto en niños como n adultos. (Una lata de refresco de 330 ml contiene 140-175 calorías de azúcares añadidos).
En un reciente estudio sobre la relación entre el consumo de bebidas azucaradas y diabetes tipo II en adultos, se comprueba que las personas que toman más de 1-2 latas de 300 ml tienen un 26% mayor de riesgo de desarrollar una diabetes tipo II que aquellas que toman ninguna. Las bebidas azucaradas pueden contribuir a la diabetes mellitus 2 y al riesgo cardiovascular en parte por inducir la ganancia de peso pero podría haber un efecto independiente por la ingesta de grandes cantidades de hidratos de carbono rápidamente absorbibles tales como la glucosa, lo que produce un aumento de la glucemia que desencadena aumento de la carga glucémica e hiperinsulinemia.
El mayor consumo de bebidas azucaradas se asocia con estilos de vida menos saludables en niños y adolescentes. Así, el mayor consumo se asocia con una menor actividad física y con un mayor consumo de comidas con mayor densidad energética o grasa. Además, si se reduce su consumo disminuye el riesgo de sobrepeso y de obesidad al cabo de un año de intervención. Basándose en la demostración de que un mayor consumo de agua en las escuelas se asocia con un menor consumo de bebidas azucaradas.

Si el tema es de su interés puede consultar http://educacionan.blogspot.com/

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