Uno de los grandes retos que vive México en materia de educación es la de atender a la población de jóvenes estudiantes que ingresan al nivel medio superior, el cual ya desde varios sexenios ha tenido una serie de reformas, la última en especial centrada en el enfoque de competencias: ¿paradigma o paradogma?, ¿se está logrando abatir la deserción y la tasa de reprobación mediante este ajuste de tuercas en el subsistema?, o sigue la simulación en los planteles escolares y continúa la resistencia y desobediencia de los docentes que se niegan en llevar los dictámenes de las autoridades educativas de este país para lograr la mentada mejora y calidad educativa. Mucho tienen que compartirnos y comentarnos los directores de este nivel educativo; historias de vida que se enlazan en una corriente de pensamiento e ideología política característica de los grupos magisteriales que están en pie de lucha en contra de las injusticias laborales y profesionales, muy a pesar de esto, continúan dando batalla en los salones de clase, a pesar de las carencias y huecos en los planes y programas de estudio, aun así la evidencia del esfuerzo pedagógico se ve traducido por los estudiantes que concluyen este ciclo escolar y desean continuar adelante con alguna carrera profesional, este sería el caso reducido de estudiantes que lograron pasar el filtro obligatorio de tres años de evidencias, logros y resultados de aprendizaje, desempeños y competencias que fueron otorgados por los docentes y por los instrumentos de evaluación aplicados durante los cursos, a través de diversos trabajos, actividades, tareas y exámenes, éstos en particular falta elaborarlos para que en realidad evalúen las competencias no sólo los conocimientos adquiridos y ponderados por la cantidad de reactivos más o menos contestados, aun no se sabe si comprendidos en su totalidad, son solo parámetros que aun no están lo suficientemente estandarizados, muy a pesar de las buenas intenciones que se tuvo desde su región geográfica de origen y de los organismos internacionales que están cualificados para instrumentalizar y sistematizar los filtros de selección profesional y laboral. Me refiero a la OCDE, UNESCO, FMI, BID, y otras entidades que se integren como jueces mundiales que clasifican el capital de la mercancia humana. En el caso de Latinoamérica y El Caribe, en mi opinión tendría que reformularse si realmente sirve de algo este gran discurso controlado de las competencias desde los centros mundiales del poder y de los intereses creados de una élite internacional.