EL PODER DE LAS PALABRAS EN LA CONSTRUCCIÓN PEDAGÓGICA: UNA REFLEXIÓN DESDE LA VOCACIÓN DOCENTE

Prof. Henry Chero-Valdivieso

Presidente RedDOLAC

En nuestro ejercicio docente, pocas herramientas son tan poderosas como las palabras. Las palabras no solo comunican ideas, también modelan pensamientos, emociones y dan seguridad o inestabilidad a nuestros estudiantes. Pueden edificar o destruir, inspirar o paralizar, abrir horizontes o levantar muros. Como educadores, no podemos olvidar, la gran responsabilidad que implica el lenguaje dentro o fuera del aula.

Un simple “Confío en ti”, “Tú puedes”, “No te rindas”, “Eres dedicado”, “Vales mucho”, “Sigue esforzándote” u otras, en una comunicación auténtica pueden convertirse en el ancla emocional que sostenga a un estudiante ante sus dificultades. Por el contrario, frases desmotivadoras como “No eres capaz”, “No sirves”, “No entiendes”, “Eres lento”, “No aprendes” u otras, pueden instalarse de forma silenciosa pero persistente en la mente de nuestros estudiantes, condicionando la percepción de si mismos y sus posibilidades futuras. Como vemos aquí, nuevamente, el lenguaje docente no es neutro, siempre tiene una carga afectiva, un reforzamiento que puede ser positivo o negativo, y sus efectos son duraderos.

Educar y formar personas, por tanto, no es un acto técnico, sino esencialmente humano. Planificar las sesiones de clase, impartir contenidos o evaluar desempeños, solo es parte del camino. Educar desde la vocación docente implica reconocer que detrás de cada estudiante hay una historia diferente que necesita ser atendida y cultivada desde la educación. Las palabras que usamos son los hilos con los que tejemos vínculos, esos vínculos que le dan sentido al aprendizaje significativo del que nos habló David Ausubel en su libro “The Psychology of Meaninguful Verbal Learning” (1963). En este contexto, nuestro rol docente se amplía, nos desafía y nos demanda ser más que solo transmisores de conocimientos para ser tutores que acompañan el proceso de formación integral de los estudiantes, un referente emocional, un modelo de humanidad y de ciudadanía.

Frente a los desafíos actuales, inestabilidad social, pérdida de la identidad cultural, desinformación, incertidumbre a nivel país y a nivel global, como docentes, necesitamos una profunda conciencia ética, que tengan como punto de partida “la ética de las virtudes” que nos dejó Aristóteles, “la ética del deber” que nos plantea Immanuel Kant o la “Ética basada en el respeto hacia el otro” de Emmanuel Levinas. Solo educando desde la virtud, el deber y el respeto, podremos formar ciudadanos que no solo entiendan la realidad, sino que se comprometan a transformarla.

En este DÍA DEL MAESTRO, cuando algunas voces poco reflexivas afirman que la inteligencia artificial reemplazará a los docentes, detengamos el paso un momento para reafirmar que la formación integral del ser humano solo puede ser guiada por otro ser humano, porque educar no es solo transmitir información, es acompañar, es comprender es humanizar. La realidad educativa actual demanda de docentes que tengamos una mirada nueva que reconozca que la programación, las unidades y las sesiones de clase, las competencias, contenidos, habilidades y actitudes son solo los medios o son el camino hacia algo mayor. Que nuestra verdadera meta sea siempre la formación integral de la persona: seres humanos libres, críticos, sensibles a la realidad que los rodea y capaces de seguir aprendiendo a lo largo de la vida, para transformar su entorno y construir juntos una sociedad más justa y digna. Es, y debe ser siempre, la razón final de nuestra VOCACIÓN DOCENTE. ¡FELIZ DÍA DEL MAESTRO!

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