"Nadie enseña a nadie, con humildad para aprender, tod@s aprendemos de tod@s"
Nosotros mismos debemos ser el cambio que deseamos ver en el mundo.
Gandhi
Cuentan que un rey que siendo niño quiso cambiar el mundo y no pudo; de joven quiso cambiar su Patria y no pudo; de adulto quiso cambiar a su familia y tampoco pudo; ya de anciano decidió cambiar él mismo, y lo hizo con éxito, y su cambio impactó en su familia, en su Patria y en el mundo.
En la actualidad muchas personas desean cambiar a su prójimo, hasta el punto en que esta idea se convierte en una obsesión “el problema eres tu”, esta situación se puede observar en casi todas las relaciones que mantenemos a lo largo de nuestra vida, como hijos deseamos cambiar a nuestros padres “papá por que eres así”, como esposos deseamos cambiar a nuestra pareja “tu siempre haces que me enoje, siempre me provocas cólera”, como padres deseamos cambiar a nuestros hijos “deja de comportarte así” , en ocasiones la forma en que deseamos cambiar otra persona es sometiendo y forzando, olvidándonos que a nadie cambia si no lo desea o como dice un viejo refrán “no hay mas ciego que el que no quiere ver”.
La teoría de los sistemas postula que un sistema es un conjunto de elementos de interacción dinámica en el que el estado de cada elemento esta determinado por el estado de cada uno de los demás elementos que lo conforman, en nuestras vidas el sistema básico donde interactuamos es la familia, de tal manera que el comportamiento de uno de los miembros de la familia influye y repercute en el accionar del otro, es así que siguiendo la historia mencionada líneas arriba llegamos a la conclusión, que si nos preocupamos en cambiar uno mismo, este cambio contribuirá al cambio de la persona que deseamos cambiar y con ello estamos dejando la manera punitiva que muchas veces utilizamos al tratar que una persona modifique su forma de actuar.
Finalmente parafraseando lo que dijo Gandhi, si deseamos un cambio en nuestras familias, somos nosotros mimos quienes debemos cambiar y este cambio deseado se observara en nuestras familias.
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Quizá también es interesante y aprendemos más de los demás si les permitimos ser como son, expresarse libremente, desarrollar plenamente su personalidad y no obligarlos a actuar como nosotros deseamos. Muchísimas personas sufren, día tras día, la presión indebida y asfixiante de otra que pretende moldearlas a su antojo, generalmente para su propia conveniencia. Qué doloroso debe ser que una persona no pueda ser espontánea y que ni siquiera en el seno de su propia familia pueda sentirse libre. Pareciera que lo que queremos cambiar en los otros es algo malo, dañino, negativo, pero no siempre es así, y hasta me atrevería a afirmar que en la mayoría de los casos no lo es. Simplemente pretendemos que los demás sean como nosotros queremos que sean, porque sí, y ejercemos presión, coerción, chantaje y manipulación, especialmente sobre los miembros de la familia que son menores de edad o vulnerables porque no pueden mantenerse en forma independiente y dependen de nosotros económicamente, para obligarlos a que piensen o actúen como nosotros. No nos engañemos: esas personas tarde o temprano se alejarán de nosotros, hartas de soportar nuestro egocentrismo y vanidad, al pretender que somos mejores, que tenemos mejores ideas, más ingenio, más creatividad, más educación, más cultura, o más de lo que sea. Conozco familias en las cuales todos los miembros tienen que comer sólo lo que le gusta al padre, por la única razón de que él paga el mercado. Los miembros de una familia, un grupo de amigos, unos compañeros de trabajo, cualquier agrupación de personas que deban permanecer juntas para desarrollar una actividad, aunque sólo sea convivir diariamente, disfrutarían más de los otros si se le permitiera a cada uno manifestar sus diferencias, sus discrepancias, sus objeciones, sus contradicciones, su manera distinta de analizar las cosas, una mirada nueva, diversa, opuesta a la nuestra, si es del caso. Qué bueno sería que pudiéramos sacarle el gusto a las diferencias y comprender que en esta variedad de caracteres, temperamentos, gustos, ambiciones, pasiones, personalidades, o como quieran llamarlo, en esta diversidad reside el secreto para no aburrinos en el trato con los demás. ¡Qué aburrido sería el mundo si todos los seres humanos fueran iguales a mí!
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