En tiempos extraordinarios, personas extraordinarias...

En tiempos extraordinarios,personas extraordinarias…
(La educación emocional no está en cuarentena)

Me gustaría comenzar esta reflexión preguntándoles: ¿Cómo están? Seguramente muchos de ustedes contestarían imaginariamente : ¿Querés que te cuente? Y sí. Tenemos que contarnos cómo estamos. Porque el “estar” tiene que ver con el “ser” y con el “hacer”. Ante una situación, reaccionamos por lo que somos, y esa reacción condiciona lo que hacemos.
Y entonces ¿Cómo estamos?: ¿Desconcertados? ¿Confundidos como espectadores de una mala película de ciencia ficción que son obligados a meterse en la pantalla por una mano invisible, sin saber el guión? ¿Despertándonos a la mañana pensando que todo fue un mal sueño? ¿Sorprendidos por extrañar cosas que diariamente nos costaba hacer? ¿Descubriendo otras cosas que ignorábamos del día a día de nuestro entorno? ¿ Hablando sólos y solas con alguna pantalla que se resiste a hacernos caso?
Por eso es tan importante preguntarnos primero que nada cómo estamos llevando este tiempo extra-ordinario que parece no tener fin (¿cuarentena? ¿centena? ) que apareció de pronto como un límite brutal, encerrándonos, alejándonos de nuestros afectos, trastocando nuestras rutinas, obligándonos a cambiar espacios, estrategias y recursos en nuestro trabajo ( ¿Qué hago dando clases en mi comedor? ) y en nuestra vida ( Ahora la compu me toca a mí!)
Momentos como éstos son los que nos desafían como personas y como profesionales, obligándonos a “cerebrar” cada minuto, como nunca antes habíamos necesitado. Porque justamente allí, en el cerebro está la llave. Porque hay una formidable potencia en su capacidad de percepción y de gestión y también un formidable peligro en su capacidad de “distorsión”. Nuestro cerebro percibe de un modo ( condicionado por memorias de experiencias y saberes archivados) que puede cambiar si “volvemos a mirar” ( reflexionamos). A veces una palabra a tiempo, una mirada, una lectura puede llevarnos a una nueva manera de ver. Pero en nosotros mismos podemos encontrar ese “disparador” para “dar vuelta” lo que sentimos. Y la “memoria de los saberes previos ” hoy nos es útil. No podemos recurrir a los saberes experienciales. Nunca nos pasó algo como esto. Podemos relacionarlo con experiencias ajenas (otras pestes, testimonios estremecedores de sobrevivientes de guerra) pero no nos pasó a NOSOTROS! Hoy somos ( debemos ser) las personas EXTRA-ORDINARIAS!
“Reconocerlo” es el primer escalón de esta escalera de aprendizaje. Y una vez aceptada nuestra forma de reaccionar, analicémosla para gestionarla. Las situaciones límite son las que ponen a prueba las tres inteligencias del sistema límbico (la inteligencia de los estados de ánimo, la afectiva y la motivacional). Sin embargo, ésta no sería más que una información sino la relacionáramos con esa Educación Emocional que siempre valoramos, pero que nos resultaba en algunos casos difícil de aplicar. Hoy el sentido de educar la emociones se nos aparece como en un tutorial de You tuve en vivo que no nos podemos perder, porque la inteligencia emocional como cualquier capacidad debe “educarse,” es decir debe ser guiada, ser desarrollada y ser conducida ( allí reside su fortaleza y su debilidad). Necesita de la “moderación” de nuestra razón. Es decir, de nuestra reflexión. Es decir, del Stop.
Y qué nos diría la Educación Emocional en ese tutorial? Nos diría que esta cuarentena alborotó y alborota nuestras emociones primarias porque nos tomó de sorpresa algo inesperado; tenemos miedo porque no encontramos respuestas seguras ni tranquilizadoras. Sentimos enojo porque estamos trabajando más que nunca, en lugares no pensados, cambiando estrategias y recursos mientras nos llueven normativas y críticas. Nos desagrada estar aislados, no tener la libertad de elegir dónde estar y con quién. Estamos tristes porque vemos un mundo abrumado por el dolor y la pérdida. Y entonces, para no perder la alegría, hay que “dar vuelta” esas emociones.
Sigamos viendo el tutorial:
Primer consejo: No estacionarse en los estados de ánimo. (para eso sirve tener educada la inteligencia de los estados de ánimo). Entrar y salir de ellos es fundamental. No es malo sentirlos. Todos los estados de ánimo tienen una función mientras no se transformen en una amenaza para los demás o para nosotros mismos. Y educar la inteligencia de los estados de ánimo significa hablar de ellos, entenderlos, explicarlos; siempre, a uno mismo; a los otros, a veces. Es comprender que la vida es una sucesión de pérdidas y ganancias. Educar las emociones nos hará mejores negociadores.
Segundo consejo: La inteligencia afectiva nos permite encontrar la alegría priorizando el sentimiento de afecto por los que queremos y por lo que hacemos. y puede estar escondida en lo más simple. Pero primero, tenemos que identificar en nosotros mismos cómo nos afecta cada emoción y cómo gestionarla de manera de no cortar nunca el proceso afectivo que nos relaciona con el otro. Así podremos valorar la conducta y no la persona y tomar decisiones que lo acompañen a mejorar. Esta inteligencia es sumamente importante en esta cuarentena. Con nuestros afectos o con nuestros estudiantes, lo importante es que comuniquemos nuestra preocupación y nuestro interés por ellos. Situación extraordinaria, prioricemos extraordinariamente.
Tercer consejo: Si hasta ahora todo se entendió, se comprenderá por qué nos enfocamos ahora en la inteligencia motivacional ( por supuesto que éste no es un proceso lineal, es decir que una inteligencia no espera detrás de la otra para actuar. Víctor Frankl ( que supo de estar aislado) siempre afirma que tener un objetivo , un proyecto, es fundamental para soportar lo que sea. Esta inteligencia nos da la posibilidad, cuando está educada, de encontrar ese por qué para pensar en el para qué. Es la que nos da fuerza para seguir adelante; en este caso, para acomodarnos a esta nueva manera de enseñar “sin estar”; para convencernos de que podemos ir ajustando día a día lo que estamos haciendo, y mejorarlo; para saber que cada pequeño paso, cada pequeño esfuerzo, tiene hoy una dimensión multiplicada que es valorada por muchos y muchas ( yo debo ser el primero); para comprender más que nunca a los otros y a las otras, que están tan presionados y presionadas por este tiempo como nosotros y nosotras…En fin, para confiar en que entre todos y todas podemos ayudarnos a ser y a comportarnos como extraordinarios y extraordinarios, es decir como quienes actúan de manera no tan común ante un problema. ¿Nos animamos?
Queda en cada uno y una de ustedes, porque esta reflexión es como las lentejas…Si quieres las tomas y si no, las dejas ( como dice el Dr, López Rossetti)
Lic. Nse. María Isabel Alcoba

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