Por: Gabriel Vela Quico gvela@unsa.edu.pe

Esto es el mismo virus (EEV)

Soy de ver poco la TV nacional, tanto porque la señal no es buena sino porque en general, no hay buenos programas. Pero es inevitable ver noticieros y algunas cosillas más. En esa mirada veloz que proporciona el compulsivo juguete que es el control remoto, he visto con espanto que el dinero y la publicidad pondrían de nuevo a ese programa que ha sido re-demostrado que es programa basura. En nombre de la diversión y del sano esparcimiento, un consorcio mediático poderoso del país nos quiere crear una “nueva normalidad” con un EEG “renovado”. El regreso de “esto es guerra” a la televisión no se justifica porque se haya reducido el aforo de participantes, habrá desinfección, o harán control de temperatura y lavado de manos. O porque supuestamente, su objetivo será la ayuda social. Parece que el cambio anunciado por esta pandemia nos puede llevar de nuevo a lo mismo.

Y es que, los detractores de este y otros programas parecidos, no han saltado a la crítica por obra de la envidia o por no respetar la libertad de empresa o de consumo sino básicamente por lo deletéreo de sus mensajes para una adolescencia y juventud –y adultez también, recluida. El “virus” que porta esta clase de programas explicarían porque tanta mediocridad y cultura famélica en nuestros peruanos que no puede respetar distancias, usar bien la mascarilla, libar siendo autoridad o sencillamente hacerse al muertito y meterse a un ataúd para no ser llevado a la comisaría. Si EEG vuelve a tener el rating que tuvo, sería una enorme tara cultural que no habríamos derrotado a pesar de tremenda crisis económica y sanitaria.

Si ya estábamos cansados de Magali cómo será cuando la “nueva” normalidad de EEG quiera -de a pocos- hacernos creer que se renovó?, ¿Será “esto es guerra” realmente un programa de telerrealidad?, ¿Son verdaderamente competencias deportivas? , ¿Cómo es posible que se mantenga desde el año 2012?, ¿Cómo fue posible que haya tenido programaciones diarias? ¿Tantas temporadas fueron aceptadas por los televidentes?, ¿Entretiene efectivamente las competencias entre “cobras” y “leones”? ¿Les podemos llamar siquiera a esos jovencitos “guerreros” o “guerreras”?

Pero o somos victimarios o somos víctimas o somos culpables o somos cómplices. Un programa como estos ha logrado embobar al público antes y después porque tenemos un lado chismoso y mequetrefe que se exacerba con estos programas. En general, nos gusta lo trivial y nos gusta el raje. Poco o mucho, pero esa porción de tonto sale flote y crece frente a una pantalla de TV que además sigue teniendo una pobrísima programación. Lejos de la aparente espontaneidad o de situaciones mundanas o privadas, estos programas son empaquetados muy rentables de otros países para embrutecer cada vez más, con los altos costos de un pensamiento pueril, efímero y consumidor.

Ya lo confirmaron algunas investigaciones universitarias: los contenidos del programa cuentan con la aceptación positiva por parte de jóvenes y adultos bajo la idea que es para entretener, postergando actividades más productivas como el diálogo en familia, la interacción, la lectura de libros. Lo que es más grave, genera un modelo de juventud, de vivir la vida: el figuracionismo, el consumismo y la banalidad.

Ahora, ¿Qué se puede hacer? Si decimos no lo vean, lo verán. La idea seguramente pasa por medidas de mayor control ciudadano al tipo de regulaciones en los medios y de mayor capacidad de opciones alternativas a la canallada que parece puede volver. También las nuevas leyes podrían ayudar en ello. El confinamiento hasta fines de junio y las escuelas por medios no presenciales, exigen también programas televisivos con otra orientación, más formativa, atractiva y verdaderamente entretenida.
31/05/2020