Linda era una niña que llegó del campo a la ciudad. Sus padres la inscribieron en el grado 5 en el Colegio la Alegría de Saber. Era una niña tímida y sonreía poco. La profesora trataba se sacarle palabras pero ella se negaba. Las compañeras del curso se reían porque no podía sumar y responder a las preguntas de la profesora. Un día lloró. La profe trato de consolarla pero ella solo decía

-¡Quiero a mi mamá!

Los días pasaron y Linda estaba más triste. Jugaba sola. En ocasiones la acompañaba la profe. Juan un niño que también había llegado de otra ciudad trató de buscar su compañía. Él era paciente y le gustaba jugar con todos. Entonces Linda comenzó a jugar y reír; también se sintió más tranquila y no lloró.
Las compañeras se extrañaron del cambio que dio. La profe había dicho en clase que todas las personas no somos iguales y que cada uno debe aprender de los demás. Dijo que somos diferentes y tenemos derechos; todos debemos ser tratados como personas y respetar nuestros derechos y capacidades. Se refirió a Linda a la cual invitó a integrarse a los juegos y actividades del curso.

Al comienzo no fue fácil para el grupo integrarse y aprender a trabajar en equipo, pero la profe realizó una actividad de talentos y descubrió que Linda era muy hábil para pintar. Los niños se asombraron de su habilidad para utilizar sus manos y hacer dibujos bonitos y caricaturescos. Linda hizo para cada niño un dibujo, lo firmo y se lo regaló.

Todos los niños lo pegaron en el cuaderno y aprendieron que las personas son especiales y que solo necesitamos conocerlas. Desde ese día Linda tiene un lugar en el corazón de cada niño y saben aceptarla.

Linda no conversa mucho pero tiene a su amigo Juan con el cual siempre juega y se comunican a su manera. Los demás niños se unen en las actividades bonitas que deja la profesora. La escuela es un lugar donde se respetan las diferencias y saben convivir como amigos.

Linda salía muy alegre del colegio a la hora de Papitos.