La escuela está obligada a satisfacer las demandas culturales, económicas, sociales y espirituales del ciudadano de hoy; mediante una educación más innovadora, más flexible, más científica, más productiva y más humana; demandas que cada día se hacen mayores y más complejas. Ante ello, el proceso de selección del personal que aspira ingresar a la docencia debe ser estricto y urge asegurar en cada candidato las competencias que conduzcan a desarrollar con autonomía su perfeccionamiento profesional y demostrar suficiente inteligencia como para provocar el entusiasmo, la iniciativa y la creatividad en los estudiantes de su clase a la hora de aprender.

La escuela de hoy demanda la necesidad de un maestro más integral en cuanto a su desempeño y cualquier deficiencia en su preparación o en alguno de sus aspectos, afecta negativamente la labor educativa. El maestro es responsable de lo que ocurre en el aula pues la gestiona, transforma y/o recrea los recursos disponibles para lograr el propósito previsto; debiendo considerar tanto los elementos favorables como aquellos que puedan afectar la tarea. De su formación y capacidad dependen en gran medida los resultados que se logren. De allí que el sistema escolar peruano debe garantizar que los maestros de hoy cuenten con el perfil que demanda una escuela como la nuestra con sus fortalezas, necesidades y diversidades socioculturales.

Es innegable que un requerimiento social en la escuela es la presencia de docentes más motivados, innovadores y con visión prospectiva de su función; y no podemos negar que un gran porcentaje de egresados de programas profesionales que forman docentes, logran titularse sin consolidar las competencias requeridas para abordar y favorecer a un contexto escolar con muchas carencias y debilidades, ese sigue siendo el desafío. Muchos profesionales evidencian en su desempeño ausencia de ideales e inquietudes; falta de iniciativa para el auto superación: y apatía a la hora de discutir y abordar a fondo los problemas de la escuela, el estudiantado y los resultados de aprendizaje que deben generar.

En la actualidad, los procesos de acreditación están generando una reforma en las instituciones que forman educadores, hoy existen estándares que miden la calidad y competencias de egresados y docentes; hecho que ha suscitado que los programas formativos reestructuren sus currículos en atención a las demandas sentidas por la sociedad y cultura escolar actual; y se espera que dentro de algunos años veamos el impacto de una nueva generación de profesionales, más calificados y predispuestos a transformar los contextos más desafiantes; y mejor valorados. Esa tarea le corresponde no solo a las universidades e institutos que los forman, sino también al estado que debe garantizar el status que le corresponde en una sociedad que hoy debe reconocer que la educación y los maestros son pieza clave del desarrollo y que muchos de los problemas actuales se han generado por el menosprecio y abandono del magisterio y las escuelas. Le corresponde al estado garantizar su calidad y a la sociedad exigir que el sector educativo sea un espacio atractivo para captar a los mejores aspirantes y profesionales; con solvencia moral, social e intelectual, solo así lograremos superar los problemas que han aplazado el progreso de nuestros pueblos.

Un maestro de calidad debe ser reconocido, valorado y bien remunerado solo así se garantiza que la educación en nuestro país sea generadora de desarrollo social y económico. Es necesario terminar con la falsa mística de que los docentes ejercen una profesión de servicio y su vocación va más allá del salario, esa idea absurda que ha llevado al maestro a resignarse con casi nada, a ejercer su tarea en condiciones adversas sin posibilidad ni esperanzas de exigir un mejor reconocimiento y más bien a conformarse con el sitial al que fue confinado por muchos años. La docencia es una profesión como muchas y no hay forma de exigir maestros más calificados, con especializaciones, maestrías y doctorados, que investiguen y resuelvan los problemas de la escuela, sino aseguramos su formación en las instituciones que los forman y no garantizamos un salario que les de la tranquilidad necesaria y les permita fortalecer sus competencias en el tiempo.

Y no perdamos de vista, que una verdadera meritocracia se gesta a partir de las mejoras reales y efectivas, esta intención no es genuina sin el incremento del presupuesto (en el Perú es uno de los más bajos de la región), sin capacitaciones de calidad, sin sueldos dignos y sobre todo sin posibilidad de que todos los aspirantes tengan la oportunidad de acceder a las vacantes porque cada año el Ministerio de Educación otorga plazas insuficientes en cada escala. A esto es lo que muchos críticos llaman una falsa meritocracia que podría mantener al sistema educativo en una prolongada y grave crisis. En ese sentido, si bien no cabe duda que el maestro de hoy debe ser entusiasta del futuro y comprometido con su oficio para dar lo mejor de sí; al estado le corresponde asegurar que esto ocurra, promoviendo el bienestar y la mejora de la calidad de vida para los docentes y sus familias, y garantizando que sean los mejores maestros quienes estén en todas las escuelas.

Dra. Maribel E. Alegre Jara
https://www.youtube.com/watch?v=csUR7uLJa8o

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Estimada Maribel:

Me permito aadjuntar el texto sobre el decálogo ético del docente universitario, escrito por el Dr. Carlos Tünnermann. Creo que estas ideas salen al encuentro de varios planteamientos que Ud. formula con mucho acierto.

Saludes y muchos éxitos.

Alberto Esquivel
Managua.

Decálogo del docente universitario

1. Asume tu cátedra con modestia y la convicción de que tienes aún mucho que aprender de la disciplina que vas a impartir. En el ejercicio de la docencia seguramente aprenderás mucho más sobre ella. Ya lo dijo Cicerón: “Si quieres aprender, enseña”. Y recuerda que no existe docencia sin estudio e investigación. El conocimiento crece y se renueva constantemente. Si no sigues sus pasos tu docencia pronto estará desfasada.

2. Nunca olvides que el sujeto principal del proceso de aprendizaje es el alumno y no el profesor. Enfatiza en los procesos de aprendizaje más que en los de transmisión del conocimiento. No presumas de tus conocimientos. No te presentes en el aula con la intención de demostrar erudición. Tus alumnos, con sus preguntas e intervenciones, te harán conocer nuevos aspectos y matices que ni siquiera sospechabas y que enriquecerán tu conocimiento. Formula preguntas a tus alumnos para estimular su participación en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

3. Ante tus discípulos tienes que demostrar coherencia entre tu discurso y tu práctica. La falta de coherencia te haría perder credibilidad ante ellos. Tu conducta pública y privada debe ser coherente con tus enseñanzas. Respeta las opiniones políticas de tus alumnos y nunca trates de manipularlos políticamente. No impongas tus ideas por un principio de autoridad. Recuerda que es más importante la autoridad de los principios.

4. Tu rol como docente no lo límites a la clase expositiva o verbalista. Si así lo haces, estimularas en tus alumnos una actitud puramente receptiva de simples “tomadores de apuntes”, que luego memorizarán para el día del examen. Esto no garantiza que realmente han aprendido lo que tratabas de enseñar. Debes evolucionar, como recomienda Freire, de “educador bancario” a “educador problematizador”, y recuerda que tanto vale el texto como el contexto y que enseñar exige tanto ética como estética y un compromiso constante con la calidad y la pertinencia. Asume los procesos de evaluación como un instrumento para mejorar tu desempeño.

5. Tu rol como docente es actuar como un intermediario entre el conocimiento y el aprendizaje de tus alumnos. Tu papel es el de un facilitador de la construcción conjunta del conocimiento con tus discípulos, pero recuerda que los valores son los que transforman la simple instrucción en educación y el conocimiento en sabiduría. Asume un enfoque interdisciplinario y que tu magisterio se inspire en los paradigmas del Desarrollo Humano Sostenible, el respeto a los Derechos Humanos, a la Interculturalidad, la Tolerancia y la Cultura de Paz.

6. Tu deber, si es que realmente quieres que tus alumnos aprendan y, lo que es más importante, que “aprendan a aprender”, es transformar el aula en un ambiente lúdico de aprendizaje. Debes esforzarte por llevar al aula materiales, previamente elaborados, capaces de suscitar aprendizajes significativos en tus alumnos, que tomen en cuenta sus conocimientos previos.

7. Tus alumnos no son todos iguales en cuanto a capacidad o motivación para el aprendizaje. Adopta las medidas pedagógicas que se adapten a la diversidad de sus capacidades y necesidades. Esfuérzate por crear una relación interpersonal de mutuo respeto con tus alumnos y no olvides que la educación es una construcción social donde la interacción con los demás es decisiva.

8. Asume la convicción que toda pregunta que se te haga en clase es importante. Para un buen docente no existen preguntas tontas o inútiles. Procura que los errores sean oportunidades de aprendizaje. Aprende a valorar la participación de tus alumnos y estimula su autoestima y su curiosidad. Un exabrupto de tu parte puede arruinar el deseo de tu alumno de aprender y su inquietud indagadora.

9. No evalúes a tus alumnos en función de la mayor o menor exactitud con que repitan tu discurso ni por la simple acumulación de datos e información. Utiliza pruebas de evaluación que te permitan apreciar si realmente aprendieron y si fueron capaces de construir el nuevo conocimiento e incorporarlo a su estructura cognitiva.

10. El fin último de tu labor como docente debe ser promover la autonomía de tus alumnos, para lo cual debes evitar generar dependencias. Tu éxito como docente se medirá si tus alumnos adquirieron las herramientas cognoscitivas y la motivación para seguir aprendiendo por sí solos durante toda su vida. Y considera como un triunfo que tus alumnos en el futuro te superen.

Managua, mayo de 2012.

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