Educamos para un mundo tan cambiante como nuestros educandos, un mundo colapsado por conseguir resultados rápidos y satisfactorios con el menor esfuerzo. Un mundo que no da descanso porque siempre existe alguien que puede hacer lo mismo que tú haces más rápido y tal vez mejor. Un mundo sin la suficiente tolerancia y llenos de cinismo que no permite dar solución a los problemas actuales y del pasado; educamos para un mundo que dejo de ser crítico y solo presenta conformidad, realizando juicios de valor en las redes sociales pero sin levantarse colectivamente en contra de las injusticias.

Debemos educar para un mundo que siente y tenga respeto, hacia todos los que lo habitan; para la cultura, y proteja el medio ambiente; como función de los docente o educadores de generara un cambio desde las aulas, dejar de preparar para la competencia y enseñar mas para la colaboración, buscando que los diferentes mundos que son nuestros estudiantes aprendan a conocerse para formar un solo pensamiento y un mismo mundo donde todos puedan coexistir con las mejores condiciones, permitiendo a todos mejorar en sus propias habilidades y capacidades, evitando la segregación, creando justicia social y equidad.

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Quiero dejar al profesor que escribe esta nota un texto que aplica mas para el mundo que construye y que educa el maestro Colombiano. No es una afrenta sino una realidad que la deja ya plasmada el novel Gracia Marquez, a quien todavía los los colombianos no lo hemos leído. Extraigo un párrafo para contestar al interrogante de este foro que esta emergiendo en la Red y que nos invita a pensar lo que somos y hacemos a través de la educación.



¿Para que mundo educamos los Colombianos?

El texto tomado de la Proclama dice: (Libro Colombia al filo de la oportunidad, 1994): "Esta encrucijada de destinos ha forjado una patria densa e indescifrable donde lo inverosímil es la única medida de la realidad. Nuestra insignia es la desmesura. En todo: en lo bueno y en lo malo, en el amor y en el odio, en el júbilo de un triunfo y en la amargura de una derrota. Destruimos a los ídolos con la misma pasión con que los creamos. Somos intuitivos, autodidactas espontáneos y rápidos, y trabajadores encarnizados, pero nos enloquece la sola idea del dinero fácil. Tenemos en el mismo corazón la misma cantidad de rencor político y de olvido histórico. Un éxito resonante o una derrota deportiva pueden costarnos tantos muertos como un desastre aéreo. Por la misma causa somos una sociedad sentimental en la que prima el gesto sobre la reflexión, el ímpetu sobre la razón, el calor humano sobre la desconfianza. Tenemos un amor casi irracional por la vida, pero nos matamos unos a otros por las ansias de vivir. Al autor de los crímenes más terribles lo pierde una debilidad sentimental. De otro modo: al colombiano sin corazón lo pierde el corazón. Pues somos dos países a la vez: uno en el papel y otro en la realidad. Aunque somos precursores de las ciencias en América, seguimos viendo a los científicos en su estado medieval de brujos herméticos, cuando ya quedan muy pocas cosas en la vida diaria que no sean un milagro de la ciencia. En cada uno de nosotros cohabitan, de la manera más arbitraria, la justicia y la impunidad; somos fanáticos del legalismo, pero llevamos bien despierto en el alma un leguleyo de mano maestra para burlar las leyes sin violarlas, o para violarías sin castigo. Amamos a los perros, tapizamos de rosas el mundo, morimos de amor por la patria, pero ignoramos la desaparición de seis especies animales cada hora del día y de la noche por la devastación criminal de los bosques tropicales, y nosotros mismos hemos destruido sin remedio uno de los grandes ríos del planeta. Nos indigna la mala imagen del país en el exterior, pero no nos atrevemos a admitir que la realidad es peor. Somos capaces de los actos más nobles y de los más abyectos, de poemas sublimes y asesinatos dementes, de funerales jubilosos y parrandas mortales. No porque unos seamos buenos y otros malos, sino porque todos participamos de ambos extremos. Llegado el caso -y Dios nos libre- todos somos capaces de todo".

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