¿Por qué la transversalidad curricular es una opción válida para enfrentar la crisis social en La Guajira? ¿Qué es lo que debe ser considerado transversal? Las cuestiones transversales no son cuestiones ocasionales que deben ser tratadas de modo especial. Estas subyacen a todo proceso de enseñanza y aprendizaje como la contextualización y articulación con la realidad social.
Se incluyen en dicha articulación, un conjunto de elementos culturales que se identifican por los siguientes rasgos: que inciden en la vida de los estudiantes y en la comunidad y que influyen en el plano emocional, intelectual y de acción ético-política. Es decir, contenidos referidos a valores, actitudes y hábitos para formar personas que puedan hacer un ejercicio pleno de la ciudadanía. -Saber expresarse, saber pensar, saber convivir-. En general, habilidades de expresión y de la comunicación, el pensamiento lógico, reflexivo, crítico y creativo, y los valores que son hoy requisitos indispensables para leer la realidad e intervenirla positivamente. Se valoran en las actuaciones de los estudiantes, docentes, directivos docentes y personal de apoyo.
Es un trabajo difícil. Requiere conciencia y reflexión grupal, constante trabajo creativo, esforzado y responsable, sobre todo cuando en Colombia las políticas públicas educativas están direccionadas hacia ella con aparente modernidad incorporando al currículo contenidos calificados de transversales, añadidos al margen o al paralelo respecto del contenido de las áreas o hacen referencia a contenidos curriculares muy concretos como por ejemplo, la cátedra de la paz.
Esta decisión por ejemplo, genera conflicto para los docentes quienes nos vemos forzados a realizar prácticas educativas que no están claras en la estructura curricular generando descontextualización de los ejes de enseñanza. En consecuencia los jóvenes están enajenados, transferidos a una realidad paralela que proyecta esa caja mágica llamada televisión y las redes sociales virtuales. Pasan por encima de la realidad como aves mensajeras extraviadas en la oscuridad de la noche. No se comprometen con su proceso de formación ni con su comunidad como es debido. No le encuentran sentido a lo que hacen.
El carácter transversal exige una coherencia total entre todos los elementos del currículo (metodología, evaluación y recursos empleados). Contribuyen al desarrollo integral de la persona y les permiten adoptar una posición social crítica. Constituyen una dimensión humanística, la función ético- moral de la educación exigida por la sociedad democrática. Dimensionan hacia dónde dirigir la acción pedagógica. Responden a las situaciones socialmente problemáticas de cada comunidad educativa. Plantean temáticas cambiantes de acuerdo con su momento histórico. (Por ejemplo, la acción pedagógica que se dirigía en el Liceo Padilla o la Universidad hace 30 o 40 años es muy distinta a la que necesita su comunidad hoy día). Apuestan a una educación en valores (comprender, descubrir y asumir un sistema de valores... que hay qué falta). Favorecen la gestión de la comunidad porque parten de la problemática social para impactarla positivamente. Permiten la consolidación de la misión institucional porque proyecta el modelo ético de la institución y en consecuencia, favorecen la identidad de la comunidad educativa. Están abiertos a incorporar nuevas enseñanzas según circunstancias históricas.
En la época actual, la ciencia pasa de la especialización unilateral y avanza hacia lecturas sistémicas, en aras de comprender y transformar las realidades que son ciertamente complejas, totales, multi condicionadas e interconectadas. Estas nuevas perspectivas de la ciencia han de impregnar la organización del currículo escolar, para lograr que los ejes transversales impliquen a todas las materias, disciplinas y áreas del conocimiento, asegurando el establecimiento de coordinaciones horizontales y verticales (en un mismo nivel y entre los diferentes niveles). No obstante, en las universidades se realizan pocos trabajos de grado interdisciplinares.
En resumen, en medio de la deficiencia estructural en La Guajira, el problema de la crisis humanitaria se puede impactar a mediano y largo plazo, si desde las instituciones educativas se proyectan liderazgos socio críticos que cambien los imaginarios políticos. Hoy por hoy, un decreto de Cátedra de la paz no nos vuelve pacíficos como por arte de magia. Pretenderlo es una simple utopía. Con toda esa realidad que vivimos, parece que hubiera una intencionalidad política oculta entre lo que se enuncia en los fines de la educación colombiana en la constitución y lo que se dispone desde el congreso.