Tratar acerca del tema de la educación desde la perspectiva de la modernidad y a su vez desde el tono de la postmodernidad es todo un reto, más cuando a dicha situación o experiencia se le adjudica el tinte esencial de la ética, la moral, los principios y las diversas connotaciones socio-culturales propias del acto educativo para seres humanos. No solamente es el maestro el que hace el ejercicio educativo en la praxis de educabilidad; sino que por el contrario él tiene que entrar en contacto con diversas manifestaciones a saber: la cultura, la tecnología, la axiología, las disciplinas, la política, la economía y las diversas problemáticas de seguridad de tipo internacional entre otras. De esta manera el maestro y el alumno quedan inmersos en una nueva propuesta de educación a nivel mundial dentro de la perspectiva histórica de lo que hasta el día de hoy se entiende por postmodernidad; la cual no está en pie de lucha con la modernidad; sino que se ha servido de ella, para estudiar todo lo concerniente a una transignificación axiológica del aprendizaje.

Es el momento para signar y significar al agente del acto educativo reconocido como el alumno; pero del mismo modo hay que signar el nuevo sentido lógico del maestro ante la diversidad de la cultura y a su vez ante las nuevas coyunturas de aprendizaje significativo; de tal modo que el rol del maestro, su didáctica, su mayéutica, su pedagogía y su ser de conocimiento están teniendo nuevos horizontes, en los cuales se redescubre el ser humano a la luz de las nuevas vertientes de pensamiento con los debidos énfasis de la estructura mental, en tres grandes dimensiones: el funcionalismo, el utilitarismo y el pragmatismo.

No podemos alejar al acto educativo, al maestro, a las disciplinas, al alumno, a las instituciones, de los grandes cambios que se han venido dando a partir del siglo XX; sobre todo en materia de seguridad internacional. Es así como los grandes intervencionismos socio-políticos que se han realizado están afectando no solamente el plano geográfico de una nación, ni solamente los avances tecnológicos tanto en la industria como en la guerra; sino específicamente en el plano mental del maestro y del alumno en su interacción cognoscitiva. Esto es realmente valioso porque de aquí se desprenden los nuevos interrogantes para las nuevas generaciones que preocupadas se cuestionan de la siguiente manera: ¿estudiar para qué? ¿Caso en cualquier momento estalla la tercera guerra mundial y todo habrá sido en vano? ¿Si nadie está seguro en este mundo postmoderno, que puede asegurar mi supervivencia personal? Con base en lo anterior es la pedagogía la que tiene que hacerle frente a éstos nuevos interrogantes existencialistas y sobre todo estar muy atenta para que la educación no vaya a entrar en una desesperanza aprendida; es sin duda el mayor reto de nuestra sociedad generar nuevas propuestas educativas que no solamente respondan coyunturalmente al momento histórico en el cual estamos; sino que logre dimensionar una nueva lógica de comportamiento que haga viable las relaciones interpersonales, la comunicación y el entendimiento entre los seres humanos.

Tal vez la tarea más grande desde el acto educativo es encontrar nuevamente el sentido al sentido de la existencia; es revivenciar la lógica que permita una clara hermenéutica de la ética, los valores y los principios no solamente desde el entendimiento; sino desde la esencia de la condición humana y para esto hay que tener claro que la ciencia, el conocimiento y la tecnología son herramientas estratégicas para la nueva reflexión de lo humano por lo humano.

El ejercicio mayéutico por excelencia en nuestro siglo XXI reconocido en algunos ámbitos como postmoderno podría ser el siguiente: ¿Cuál es el sentido lógico de la Cultura, la Política, la Educación, la Religión, las Creencias Sociales, la Filosofía de la vida, la Ley, el Arte, la Tecnología, el Terrorismo, los Derechos Humanos, la Confrontación Armada legitimada por medio de Intervencionismos, etc. Para éste instante histórico la educación no solamente responde como antaño al proceso constructivo del ser humano; por el contrario está muy preocupada por responderle y ubicar al educando sea cual fuere su disciplina en un mundo consternado por la relatividad, por la indeterminación, por el sin sentido, por la ambivalencia de la lógica, por la insensatez, por la instantaneidad, por el mundo de la información y la codificación, por la premura del tiempo y ante todo por el consenso de algunas problemáticas mundiales que afectan notoriamente el universo educativo.

Una de las tareas titánicas de la educación podría ser ¿Cómo formar, instruir, adiestrar, educar, capacitar, ilustrar seres humanos en reales procesos de Socialización, de Culturización Política y concepciones ético morales acordes con la realidad de un mundo “globalizado”?
¿Qué grado de validación tendría una sociedad sin parámetros Educativo-Instruccionales? ¿Cómo entender o asimilar la degradación de lo humano por lo humano a pesar de magnos procesos a nivel mundial de Educación, Tecnología y Sociedad? ¿Acaso todo pueblo merece ser educado? Todo enfermo merece por el simple hecho de estar enfermo que se le suministre la medicina adecuada, a sabiendas que no ha de curarse… ¿será la educación la “medicina” adecuada para curar los males de la sociedad y la cultura de nuestros tiempos?
Es prioritario para nuestro momento histórico y ante todo para la educación validar o constatar los diversos procesos mentales por los cuales atraviesa el ser humano denominado alumno en su siglo XXI; es innegable que sus capacidades, facultades, atributos y potencialidades se han venido transformando a lo largo de los de los últimos tres siglos de manera muy notoria; tanto en el campo de la antropología, la cosmología, la política, el derecho y la tecnología.

Es por esto que la educación debe responder desde el ámbito de la postmodernidad al siguiente cuestionamiento: ¿Cuál podría ser el punto de referencia para tratar acerca de las diferencias, relaciones, congruencias o incongruencias entre ciudadanía, cultura, educación, barbarie, terrorismo, intervencionismos, depravaciones sociales, esquemas mentales disfuncionales, realidades en proceso de relativización? Es el momento preciso para tocar el tema de la autoritas de la educación, para de una u otra manera demarcar un decurso histórico y sociológico del acto de educar; lo cual definitivamente es demasiado ambicioso, pero no podemos dejar de lado la esencia de la educación; su por qué, sus paradigmas, su marco lógico, su en sí, su misión y qué es lo que hoy en vientos posmodernos la signa, la marca y le hace ser huella para los nuevos educandos. Sin querer definir magistralmente, me permito expresar que tal huella o marca debe tener el sello o la impronta de una ética reflexiva y consciente que le permita al ser humano reflexionarse, vivenciarse y ante todo constatarse como un ser en proceso de construcción, de cambio y permeable a las nuevas estructuras de conocimiento, de poder, de fuerza y de dominio. Sin temor deseo afirmar que si no se recupera el sentido de la política, de ciudadanía, de competencias ético-morales y sobre todo de respeto y urbanidad por lo social, de nada serviría todo éste escrito, ya que estaríamos anegados en la insensatez de la violencia y no nos permitimos un espacio para encontrarnos, estaríamos abocados a enfrentamientos fraticidas en los cuales la educación no tendría ningún valor; ya que el principal valor de la educación es forjar seres humanos virtuosos con altísimos grados de humanización y humanitariedad.

Finalmente la educación es la encargada no solamente de valorar al ser humano, sino de ubicarlo según sus propias circunstancias, en un tiempo y en una historia determinada; sería muy triste que tan noble trabajo se vea afectado en estos tiempos de postmodernidad por la violencia y acciones díscolas que no permitan formar, ni educar y mucho menos valorar el otro en su justo medio de humano.

La acción de la educación y de la escuela es tan propia, que en éste momento en un mundo globalizado nada podrá remplazarla, por el contrario tenemos a la tecnología como su aliada incondicional en el proceso de formación.

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