La interacción humana y las distancias geográficas

¿Hasta que punto el estar en los mundos virtuales en el ciberespacio nos lanza a territorios lejanos, a través de la máquina, y no solo no hace perder socializaciones a través de ella, que pueden subsanarse si se establecen diálogos como el que ahora nos une, sino nos hace también olvidar que el medio no es más que instrumento, pero no el fin ni el todo, y provoca situaciones extremas en que perdamos el contacto con nuestro entorno inmediato y nuestros semejantes próximos?

Lo digo porque muchos de nosotros estamos realmente cerca y es solo a través de la máquina es que nos comunicamos. A veces, el contacto humano directo y no mediado, es más importante y lleno de calidez que establecer diálogos virtuales.

Un fenómeno cultural extraño está propiciando este avance tan extenso del uso de la red para diversas actividades humanas, la de dejar de mirar la ventana más cercana para ver el mundo que nos rodea y contactar con los seres humanos más próximos, para mirar gran parte de todo a través de la pantalla del monitor. Pueden existir ahora individuos que tengan más amigos en el extorno global que en el entorno próximo. Profesores que conozcan alumnos más en función de lo producido en la pantalla que en la cotidianeidad de un saludo, un gesto, una expresión coloquial dicha de frente.

Ojalá y nuestra permanencia en este grupo de trabajo origine amistades que vayan más allá del tiempo que dure la emisión del sitio, que incluya saludarnos y comentar cosas cotidianas, aparte del ejercicio académico, de vez en cuando y de manera personal.

El contacto humano directo también genera aprendizajes importantes entre nosotros, sobre todo de tipo actitudinal. La cercanía entre estudiantes y profesores que se da en las aulas presenciales no ha podido, hasta ahora, ser suplida en los ambientes virtuales de aprendizaje, por más que le pongamos sal y pimienta al asunto de los diálogos en sitios como éste.

Resulta que, a través de la máquina, somos una identidad imaginaria que se manifiesta por lo que creemos que somos parcialmente. Queda coja la alternativa de corroborar un poco más de lo que constituye nuestras personalidades reales, estableciendo un sencillo apretón de manos o un saludo cordial al paso de un pasillo, o en la misma ciudad donde a veces cruzamos nuestros caminos. Quizás hasta nos dariamos cuenta que nos soltamos más tecleando que hablando ya en vivo y a todo color, pero eso no importa, lo importante es que complementariamos ese faltante que nos dejan todas las experiencias virtuales,y que solo se llena con el contacto cercano de las miradas, de los tonos de voz y hasta de las comunicaciones no verbales de nuestro cuerpo.

Un gesto amable o un ademán hecho a unos cuanto pasos, sería mas enriquecedor y gratificante que las palabras leídas aqui, en la soledad de nuestro espacio computarizado, por más que nos extendamos y extendamos en aclarar punto por punto de lo que queremos decir.

Las computadoras no son más que extensiones de las limitaciones fisiológicas del hombre en cuanto a acumular y procesar información de manera más rápida y extensiva, pero también un medio más para comunicarnos en el repertorio de todos los medios que existen en el mundo para tal fin. Y no dejan de ser un artilugio para conocernos que nunca será mejor que la acción del contacto humano más directo, aún sin palabras de por medio.

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