Los primeros teléfonos celulares, herencia de la guerra del golfo, de gran tamaño, incómodos, sin mucha perspectiva de mercado; no incidieron de forma observable sobre la cultura, considerando parte de esta, la moda y luego la costumbre o el hábito. Sin embargo, la mercadotecnia y los genios de las tecnologías de comunicación, visualizaron con mucha visión a profundidad, las influencias futuras de tales equipos de comunicación en la vida de la humanidad.

La siguiente generación de teléfonos móviles; más pequeños, con cámaras fotográficas y de vídeo, y con algunas mínimas aplicaciones, asombraron al ser humano con tanta influencia que lo hicieron dependiente de dicho artefacto, de tal forma que le causó una imperativa necesidad la adquisición de un móvil a cualquier costa.

El móvil se convirtió en parte de la vestimenta, causa irritación, nerviosismo, congoja y otros malestares somáticos la ausencia del celular. Además, es indispensable que lo tengamos por cualquier tipo de eventualidad, entrevistas de trabajo, contactos de elementos de grupos de colaboradores, etc.

Sin embargo, la tercer generación de móviles; con acceso a la red, permitiendo tener los buscadores o exploradores de datos e información al alcance de la mano, con numerosas aplicaciones y servicios, contactos en redes sociales, llevar agendas, contestar correos electrónicos, organizar la información en la nube, etc. Han clonado el cerebro de los usuarios con la consiguiente peligrosidad de hacer cierto el tabú de la no plasticidad del cerebro.

Aqui es donde la educación y los educadores como brillantes soldados de esta bandera, tienen un papel nuclear en la búsqueda de el ingrediente que hace que siempre la tecnología en sus avances sea de beneficio para la humanidad.

Prohibir los teléfonos inteligentes en los salones de clase no es la solución y estaríamos negando la educación misma, que es por naturaleza para propiciar el avance, el desarrollo y uno de sus productos es la tecnología.

Es más, debemos propiciar la creación de aulas con más equipos para que todos tengan las mismas herramientas. A partir de aquí, visualizar las metodologías idóneas para conducir al grupo en formación a crear información, a certificar datos, a realizar sinapsis de búsquedas en la red, a almacenar elementos selectos que conlleven a organizar mejor el tiempo de trabajo en la realización y solución de las situaciones planteadas en el salón de clases.

Es un reto extraordinario, pero de consecuencias grandiosas si se logra conseguir todo el potencial de los smartphone para el beneficio de la educación y de los futuros profesionales que tenemos en nuestras manos. Saludes Jorge Luis Palacios. Profesor titular de la Unan Managua Nicaragua