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¿Por qué hablar del cambio?

El cambio es necesario u obligado en todo aquello que hacemos de manera rutinaria, repetitiva, habitual, mecánica, etc., requiere sobre todo de dejar atrás comportamientos o formas de hacer las cosas que por años se han mantenido y que han funcionado pero llega el momento en que esto ya no marcha. Por lo que deberán surgir actitudes de cambio que permitan adaptarse a los nuevos contextos, a las nuevas tecnologías, a una sociedad más cambiante en un mundo global que requiere de mayor dinamismo. Logrando con él estar en sintonía con todo lo que nos rodea.

Horacio Krell (s/f) en su artículo “La resistencia al cambio” comenta que la resistencia a los cambios es natural. Que hay apego a lo que se tiene y el cambio produce temor a perderlo. Menciona también que, para Maquiavelo no hay nada más riesgoso que iniciar un nuevo orden, pues el reformador tendrá enemigos que se benefician con el viejo y tibios defensores que tendrán miedo a las represalias legales o no, incluyendo las críticas o los prejuicios.

Por otro lado la resistencia al cambio es algo normal porque puede dar lugar a inseguridades, miedos, mayores necesidades, incertidumbre y otras actitudes, sin embargo el cambio se convierte en muchas ocasiones necesario para el buen funcionamiento de una empresa de bienes, de servicios o familiar (Soto, s.f.).

El miedo paraliza, y evita que se hagan, experimenten y descubran cosas diferentes. El miedo también evita descubrir nuevas habilidades y competencias que hasta ese momento pueden estar ocultas y que si no se accede al cambio por ese temor paralizante, no las conoceremos nunca. En muchas ocasiones también se descubren nuevas formas de vida que nos brindan un mejor bienestar y que por no salir de nuestra zona de confort no se manifiestan.

Einstein decía que no se puede mejorar haciendo más de lo mismo. Hay que cambiar aunque las cosas funcionen, ya que nada fracasa tanto como el éxito. El hábito es un lente que altera la visión, como la rana que muere hervida calentada a fuego lento, al no advertir los pequeños cambios. La vida es simple: modificada la situación, varían las oportunidades; entonces debemos cambiar (Krell, s.f.).

No es necesario cambiar todo de un solo golpe… se sugieren pequeños cambios hasta llegar a lograr el cambio total. Hay que correr el riesgo, “el que no se arriesga no cruza el río” dice el refrán… El miedo como tal no es malo, pues previene o anticipa los sucesos y permite que se tomen decisiones más sabias.

Acceder al cambio no siempre garantiza que los resultados van a ser exitosos, podemos equivocarnos, pero es preferible equivocarnos y experimentar, que quedarnos inmóviles y no saber de lo que se trata la vida… la vida es cambio, es evolución, es crecimiento, es aprendizaje.

Cambiar puede significar sencillamente tener otra reacción ante la misma situación o con la misma persona. Siempre tenemos la libertad última de elegir nuestra actitud ante los acontecimientos de la vida, lo que no podremos nunca es evitar las consecuencias (Krell, s.f.).

Revisemos cómo estamos haciendo las cosas actualmente, analicemos qué podríamos hacer mejor, por ejemplo: cómo leemos, cómo estudiamos, cómo nos expresamos, cómo comemos, cómo nos relacionamos con los demás, cómo vivimos, cómo y con qué nos divertimos, cómo nos queremos y atendemos, cómo me escucho y escucho a los demás, qué hacemos siempre igual, qué valor agregado tiene lo qué hacemos, qué se ha convertido en nuestra vida un mal hábito que requiera de cambios y de mejores hábitos, de cambios sustanciales que mejoren los resultados para nosotros y para los demás. Por todo esto y muchas cosas más hay que hablar del cambio.

Imelda Becerra Román