Por Hilde Adolfo Sánchez F.
Que unos cuantos políticos y funcionarios con bajo nivel educativo pretendan imponer absurdas modificaciones en el lenguaje es “soportable” y tristemente “comprensible”, pero que profesionales universitarios carezcan de criterio para oponerse a aberraciones lingüísticas es, por lo menos, digno de lástima. Se nos ha dicho que “cancelar”, por ejemplo, significa anular por lo que una deuda no se cancela sino que se elimina. El camino “más cómodo” ha sido tirar a la basura el sello de “CANCELADO” y ordenar la elaboración de uno nuevo con la palabra “PAGADO”, cuando se pudo revisar el diccionario y aclararle el error al funcionario responsable de la recaudación de impuestos pues el DRAE[i] nos dice que CANCELAR, ciertamente es “anular una cita, un billete, una cuenta bancaria”, pero que también significa “pagar o saldar una deuda”, y que además es “borrar de la memoria, abolir o derogar algo”. Conclusión, una cuenta se puede pagar, saldar, cancelar o anular. Por esta ignorada condición polisémica de nuestra lengua, ahora no tenemos vendedores sino “ejecutivos de ventas”, “asistentes” o “ejecutivas” antes que secretarias”. Si llamas “conserje” a un “trabajador residencial”, según la nueva legislación, lo ofendes. En Venezuela no hay “presos”, sino “privados de libertad”. Pero llegamos al colmo de los colmos cuando a alguien se le ocurrió que no se debe utilizar el término “alumno”, pues supuestamente significa “sin luz”.
Lo mismo ocurre con la confusión de sexo y género. No niego que históricamente se haya desconocido el lugar y respeto que se merece la mujer, y que muchos especialistas afirman con argumentos muy sólidos que desde el lenguaje es posible generar conductas buenas o malas. Pero de allí a esperar que se disminuya la violencia contra la mujer mediante la obligación de aclarar permanente y obstinadamente que nuestro discurso va dirigido a la personas de ambos sexos no solo es absurda por razones lingüísticas sino que cada día la violencia contra todos se acrecienta y contra la mujer sigue en aumento permanente, como evidencia de un fracaso más de la política arengada. El Estado debería sustituir las oficinas de protección contra la mujer en organismos para la “convivencia pacífica y contra la violencia” (en general). El agredido sin capacidad para defenderse debería contar con la posibilidad de acudir a alguna instancia que lo oriente, ayude y proteja. Tal vez los tribunales y abogados no están cumpliendo apropiadamente su papel ascético en la sociedad.
A esto se agrega que la ley del menor esfuerzo (la de economía lingüística) nos dice que tarde o temprano el hablante utiliza el menor número de letras, palabras u oraciones para expresarse estética y funcionalmente de manera apropiada. Traigo a colación el comentario que hace en http://lema.rae.es/dpd/?key=g%C3%A9nero la Real Academia, cuando dice:
… con la expresión los alumnos podemos referirnos a un colectivo formado exclusivamente por alumnos varones, pero también a un colectivo mixto, formado por chicos y chicas. A pesar de ello, en los últimos tiempos, por razones de corrección política, que no de corrección lingüística, se está extendiendo la costumbre de hacer explícita en estos casos la alusión a ambos sexos: “Decidió luchar ella, y ayudar a sus compañeros y compañeras” (Excélsior [Méx.] 5.9.96). Se olvida que en la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva; así pues, en el ejemplo citado pudo -y debió- decirse, simplemente, ayudar a sus compañeros. Solo cuando la oposición de sexos es un factor relevante en el contexto, es necesaria la presencia explícita de ambos géneros: La proporción de alumnos y alumnas en las aulas se ha ido invirtiendo progresivamente; En las actividades deportivas deberán participar por igual alumnos y alumnas. Por otra parte, el afán por evitar esa supuesta discriminación lingüística, unido al deseo de mitigar la pesadez en la expresión provocada por tales repeticiones, ha suscitado la creación de soluciones artificiosas que contravienen las normas de la gramática: las y los ciudadanos.
También agrega la Real Academia que:
Para evitar las engorrosas repeticiones a que da lugar la reciente e innecesaria costumbre de hacer siempre explícita la alusión a los dos sexos (los niños y las niñas, los ciudadanos y ciudadanas, etc., ha comenzado a usarse en carteles y circulares el símbolo de la arroba (@) como recurso gráfico para integrar en una sola palabra las formas masculina y femenina del sustantivo, ya que este signo parece incluir en su trazo las vocales a y o: l@s niñ@s. Debe tenerse en cuenta que la arroba no es un signo lingüístico y, por ello, su uso en estos casos es inadmisible desde el punto de vista normativo; a esto se añade la imposibilidad de aplicar esta fórmula integradora en muchos casos sin dar lugar a graves inconsistencias, como ocurre en Día del niñ@, donde la contracción “del” solo es válida para el masculino niño.
Queda de nuestra parte ser más críticos y valientes a la hora de ir como Vicente que va “…donde va la gente”[ii] sino que también podemos cambiar los rumbos y compartir nuestras intenciones de senda.
[i] Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua
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