Buscando culpables ( parte II, de no sé cuántas )

En la entrega anterior, dividí en dos grandes grupos al público: quienes ven televisión (y tienen sus razones) y quienes la odian (y tienen sus razones). Pretendo seguir hablando sobre el primer grupo, dentro de los cuales, me encuentro yo.

A la televisión, segun Tavola, no la "salimos a buscar", sino que ella viene a nuestro encuentro. Eso es cierto en su totalidad, pues desde que nacemos, hay una televisión en casa... o varias, a medida que se ha logrado el abaratamiento de los aparatos electrónicos para el hogar. Esto hace que se vayan integrando a nuestras vidas cotidianas, sonidos, nombres, formas y colores provenientes de dicho aparato. Posteriormente, al crecer, seremos capaces de comprender y elegir sus contenidos.

Asi que, no es raro, que al ser adultos, ciertos programas, aunque no posean gran calidad literaria, se asocein a la infancia, juventud o bien situaciones específicas. Yo soy parte de la generación que disfrrutó ya de tres etapas de la televisión en México: su llegada en masa a los hogares, en la década de los 60s (a blanco y negro, obviamente). Su evolución a la televisión de color y ahora la llegada de la transición digital, lo cual me molesta porque no me gustan las pantallas y resistiré hasta que ya no consiga una televisión de "verdad", no esa pantalla disfrazada de computadora que nos obligan a comprar.

Creo que merece comentaro apare el asunto de mi primera televisión, cuando tenía unos ...3 años. Recuerdo que eran los años de Dios de 1972, y ,me gustaba ver la TV en los aparadores de las tiendas, ya que en casa, los adultos no estaban tan interesados en tener una en casa. Mi mamá y mi abuelita vieron mi curiosidad y me compraron mi primer tele, la cual tenía un lindo mueble con chapa de madera. patitas altas y su respectiva antera de conejo, que luego cambió mi abuelita por una grande en la azotea. Obviamente la decoró con su respectiva carpeta y un muñequito de cerámica, el cual debipo reeemplazar varias veces porque yo los rompía.

Todas las tardes nos sentbánamos, ella, mi nana y yo, a ver sus programas, que eran, obviamente, telenovelas; yo no entendía muy bien los contenidos de eso, pero hay algo que marcó esa etapa de mi vida: el Chavo del Ocho y el Chapulín Colorado.

No ahondaré mucho en esos programas, ya que pretendo dedicarles comentarios exprofesos, pero...los amo hasta la fecha. Mis canales favoritos eran el 5 y el 8, que empezaban a verse hasta las 5 de la tarde en provincia, no como hoy que hay tele las 24 horas.

Asi transcurrió mi infancia, con programas y mas programas, que veia hasta que habia terminado mi tarea, obviamente. Al cumplir los 7 años, nació mi hermano, y yo me encargué de compartirle mis gustos televisivos y crear juntos otros nuevos.

Ver televisión no es malo, lo malo es no saber verla, porque hasta eso hay que aprender. No todo posee calidad, y no todo es malo totalmente. Es solo un medio que ya forma parte de la cultura popular colectiva, y aunque las nuevas tecnologías se estén ampliando cada vex mas, todavía le queda mucho por delante. Esta historia, continuará...

Caridad Pancardo

Tomado de Asómate

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