La Iglesia se prepara a celebrar el gran acontecimiento de nuestra fe: el misterio pascual de Cristo, que significa vivir la pascua pasando del pecado a la gracia, de la oscuridad a la luz y de la muerte a la vida.
El Santo Padre en su mensaje para la Cuaresma nos invita a fijarnos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras (Hb. 10, 24).

La Cuaresma, como itinerario, marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, nos permite reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad.

Es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario.

La Palabra de Dios nos exhorta a confiar en Jesucristo, en una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe», de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos», con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras».

“Fijémonos”, como responsabilidad para con el hermano, significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad.

Es una invitación a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús; y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos, teniendo en cuenta que el mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a los otros.

El hecho de ser hermanos en humanidad y también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente.

“Los unos en los otros”, como don de la reciprocidad, contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva integral y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual.

Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida.

El espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.

“Para estímulo de la caridad y las buenas obras”, como camino constante en la vida espiritual, aspirando a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12, 31-13,13). El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios.

Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13).

En esta perspectiva dinámica de crecimiento la Iglesia nos invita a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.

Conviene tener en cuenta que los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede.

De allí la necesidad de aceptar la invitación de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» frente a un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor.

Deseo de corazón que vivamos una fecunda Cuaresma, acompañados de la Virgen María, que supo acompañar a su Hijo en su misterio pascual.

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Comentario por María Lourdes Bruzco Hurtado el marzo 31, 2012 a las 6:06am

Gracias por sus deseos. Vivamos una fecunda Cuaresma!

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