La exposición oral tiene sus propias reglas. Si se trata de reproducir un texto producido por otro, es preciso no “dar lección”; es decir no repetirlo textualmente, sino implicarse un proceso de reformulación personal. Por medio de esta operación se modifica el modo de expresar un enunciado, tratando de mantener inalterado su contenido proposicional, o sea, las ideas que expresa. A través de la reformulación podemos apropiarnos de los sentidos expuestos por el autor, sin conservar de modo literal el modo o el formato en que están expresados en el texto fuente. De acuerdo con Montolío (2000), “la información que se proporciona en un discurso expositivo no aparece en el orden en que se encuentran los datos en la realidad (o en el texto, en este caso) sino que la estructuración intenta mostrar el orden del razonamiento, el orden en el que hay que observar el problema para solucionarlo” (en Falchini y otros, 2005).
Por eso, no se trata de hacer una reproducción del texto estudiado, leído secuencialmente en el orden que el autor lo concibió; la idea, más bien, consiste en presentar el tema como un objeto complejo, desglosar sus facetas y comunicar al auditorio lo que uno comprendió, mostrando de ese modo la reelaboración personal de lo leído. Para ello, será necesario jerarquizar la información del texto fuente y presentar articulaciones de lo que se expone con otros contenidos relacionados.
De este modo, se capta la atención del destinatario, quien percibe que hay una elaboración del tema. Y también se evita tener que atravesar situaciones incómodas, ya que, como señala Serafini en referencia a las situaciones de evaluación, “a menudo, los olvidos durante el examen no pueden imputarse a la memoria sino que corresponden a una falta de organización de la información del programa, que hace imposible la elaboración de las respuestas” (1991:129).
En otros casos, expresamos en situaciones orales textos que hemos producido personalmente. En estos casos, también hay que preparar lo que se va a decir, adaptando las características del propio texto (escrito) a la oralidad y elaborando un punteo de las ideas planteadas; así, se logrará evitar las digresiones excesivas y se podrá presentar los razonamientos de manera más organizada y, por tanto, más persuasiva.
Por experiencia personal, muchos sabemos que hesitaciones y puestas de “mente en blanco” no ocurren solo en contextos de examen, y un modo de prever que estas situaciones no sucedan es dedicar tiempo a la preparación previa de lo que se va a expresar oralmente, de modo de contar con recursos adicionales en caso de que la ansiedad pretenda dominarnos.
Adaptado de Serafini, M. T. (1991:124-128)
La arquitectura de una exposición oral preparada de antemano contempla los siguientes pasos.
Como dijimos, hay otras cuestiones que deben ser controladas por el productor del texto oral. Es importante a lo largo de la exposición establecer y mantener contacto con los destinatarios, desde lo físico (miradas, gestos, sonrisas) y lo verbal (¿no?, ¿se entiende?). También hay que cuidadoso en la evitación del empleo permanente de muletillas (eh, bueno, qué se yo, tipo, nada…) y en el uso correcto de conectores que permitan anticipar el orden temático de la exposición. Otra cuestión práctica que ayuda al momento de la exposición es tener disponibles los documentos de apoyo necesarios y pertinentes, de modo de no distraerse buscando un dato o un papel en carpetas o fuentes dispersas.
Al momento de finalizar la exposición, es importante tener control de los límites temporales asignados, es decir, ajustarse al tiempo previsto y no extenderse por demás. En el momento de cierre, luego de retomar los aspectos más importantes de los temas tratados, es bueno contar con una frase impactante o provocadora, que apele a la interacción inmediata con el público. Otra sugerencia útil es no agotar todos los temas que se exponen, sino dejar algunos pequeños “cabos sueltos”, de modo que ampliaciones, aclaraciones y discusiones puedan realizarse en ese momento en un espacio de horizontalidad con los presentes.
¿Qué representan las Escuelas para cada uno de sus miembros? ¿Cómo funcionan en conjunto? ¿Cómo es la relación que tiene con la comunidad? ¿Cuál es el grado de compromiso que tienen los padres con la labor docente para con sus hijos?
Son algunas de las interrogantes que como actores sociales educativos nos planteamos cotidianamente en nuestra tarea áulica y que en frecuentes debates entre colegas comprometidos con nuestros educandos y preocupados por esa realidad que se presenta ante nuestros ojos, pretendemos a través del presente proyecto dar respuestas positivas.
Existe en la actual gestión educativa una marcada vocación integracionista de los sujetos sociales involucrados: docentes, padres, alumnos, directivos, en el proceso de enseñanza - aprendizaje y en la formación en valores integracionistas, disciplinares, organizativos, morales y solidarios de los educandos.
Sabedores de que el relacionamiento Escuela – Padres, demanda con urgencia su desarrollo y fortalecimiento, este proyecto está orientado hacia un rumbo de adhesión y consolidación creciente construido a partir de la captación de voluntades emergentes del respeto mutuo y de la necesidad de aportar compromisos renovados en la formación integrada del escolar.
La población en la que está inserta la comunidad está constituida por personas trabajadoras, obreros en su mayoría, desocupados y subocupados, madres sostenedoras de hogares.
EL Estado Nacional ha definido su Política Educativa en la LEY DE EDUCACIÓN NACIONAL 26.206 Sancionada: Diciembre 14 de 2.006 Promulgada: Diciembre 27 de 2.006 en sus artículos:
ARTÍCULO 1°.- La presente ley regula el ejercicio del derecho de enseñar y aprender consagrado por el artículo 14 de la Constitución Nacional y los tratados internacionales incorporados a ella…
ARTÍCULO 2°.- La educación y el conocimiento son un bien público y un derecho personal y social, garantizados por el Estado.
ARTÍCULO 3°.- La educación es una prioridad nacional y se constituye en política de Estado para construir una sociedad justa…
ARTÍCULO 6°.- El Estado garantiza el ejercicio del derecho constitucional de enseñar y aprender.
ARTÍCULO 8º: "La educación brindará las oportunidades necesarias para desarrollar y fortalecer la formación integral de las personas a lo largo de toda la vida y promover en cada educando/a la capacidad de definir su proyecto de vida, basado en los valores de libertad, paz, solidaridad, igualdad, respeto a la diversidad, justicia, responsabilidad y bien común".
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