¿Por qué los estudiantes apagan las cámaras en la clase en línea?

1.- Situación actual: algunas experiencias

Para muchos profesores es una experiencia cotidiana, clases en línea pero con todas o casi todas las cámaras de sus estudiantes apagadas. Varios asistentes ya sea por Meet, Zoom u otra plataforma, se niegan a encender sus videos. Para los académicos es un tema complejo ¿Deberían los alumnos prenderla toda la clase? ¿Deberían encenderlas por cortesía y saludar al inicio de la clase? ¿Influye en el aprendizaje? ¿Se los debería obligar a encender las cámaras?
Acostumbrarse a enseñar con pantallas en negro ha sido el desafío para Alejandra Muñoz, profesora universitaria. Solo ve los nombres de los alumnos e interactúa con ellos las pocas veces en que hablan. “Por las plataformas no los veo a todos al mismo tiempo, tengo que buscarlos para hablar con ellos”, comenta. Los primeros días, dice Alejandra notó que sus estudiantes intentaban prender las cámaras. Pero eso hacía inestable las conexiones “y muchos usaban sus datos móviles, por lo que se consumían rápidamente”. El resultado fue que dejaron de encenderlas.

Macarena Fuentes, profesora en Educación Básica en las asignaturas de ciencia y matemáticas, da clases a estudiantes de 4 grado, y cuenta que el año pasado muy pocos prendían las cámaras en clases en línea. “Como era un sistema nuevo no les exigía mucho, pero ahora se les pide que las activen. Pocos son los que no las prenden, de 28 niños, 6 a 7 no las prenden”. El video activado ayuda a ver cómo trabajan, dice Macarena. “Quienes no las prenden me dicen que es por un tema de velocidad de ancho de banda de Internet”.
Alejandra admite que se dio cuenta que varios no tienen un espacio para estudiar, comparten living, comedor o pieza con otras personas que estudian o teletrabajan. Por eso, “no se puede forzar a que las prendan, porque implica que muestren un espacio personal que no necesariamente quieren o pueden mostrar”. No es fácil, estudiantes y profesores tuvieron de repente que dejar que desconocidos vean sus hogares, sus espacios más privados.
Hay otro punto, no menos importante que Alejandra detectó: la vergüenza on line. El año pasado en un curso donde solo dos personas de 40 respondían y activaban el video, conversaron y una fuerte razón para no hacerlo era la vergüenza. “Me dijeron el miedo al ridículo y las burlas, porque la clase queda grabada y eso los hacía quedarse callados porque no sabían quién o qué se podía hacer con el video”.

La cámara apagada, dice Magdalena Müller, directora de pregrado de la Facultad de Educación de la UC, es un obstáculo para la construcción de vínculos que favorezcan ambientes de confianza en los que estudiantes se sientan seguros para interactuar. Las clases sin rostro y muchas veces sin voz, carecen de los beneficios lingüísticos que se dan, por ejemplo, al ver el rostro de alguien mientras nos habla. Al mirar de frente es posible leer su rostro y comprender mejor la entonación, el tono y el significado de lo que comunica.
Alejandra optó por pedirles si podían poner una foto para asociar un nombre con un rostro, “pero sin afán persecutorio”, dice. Les explicó que parte del vínculo de una sala de clases y la universidad se pierde con las clases virtualizadas. “Un día voy a pasar junto a ellos en la calle, me van a saludar y no voy a saber quién es. Creo que eso, por lo menos para quienes creemos que el vínculo con la otra persona es fundamental, es muy triste”, señala.
Las cámaras apagadas generan falta de conexión. Müller destaca que lo más importante es poder transmitirle a los estudiantes el sentido de las cámaras encendidas, que favorece el poder establecer un vínculo. Las experiencias de aprendizaje no dependen exclusivamente del profesor, sino, de todos los participantes, “por lo tanto encender la cámara es una señal de querer ser parte de esa experiencia”.
No se los puede obligar a encenderlas agrega Macarena “en todo momento les digo que las prendan, pero es una invitación a encenderlas para ayudarlos en sus ejercicios. Pero si alguno no lo hace, no lo reto, muchos no tienen un espacio para estar en clases”. De todos modos, reconoce es más fácil con alumnos pequeños. En los cursos más grandes sus colegas le cuentan que ya no saben qué hacer para que participen, “hacen clases y están todas las cámaras apagadas y no saben si los alumnos están presentes o durmiendo”.

Para los profesores resulta altamente desafiante reformular sus clases para un formato remoto. Además de tener que facilitar nuevas vías de interacción, ajustar las metodologías para favorecer oportunidades de aprendizaje desafiantes, “se hace especialmente difícil lograr generar vínculos con los estudiantes y que estos a su vez generen vínculos entre ellos”, indica Müller.
La escena ocurrida en la comuna capitalina forma parte las experiencias que el alumno de Pedagogía en Inglés para Educación Básica y Media de la Universidad Católica, Cainan Orellana, vivió durante su tercera práctica temprana. Él explica: “Hay muchos chicos y chicas que dependen de los dispositivos que hay en la casa. Por ejemplo, si la mamá está trabajando en el computador, ellos (los y las estudiantes) simplemente no se pueden conectar. Y hay algunos que creen que sus teléfonos no están capacitados para participar en una clase virtual”.
“Hay muchas razones del por qué las cámaras están apagadas. Y para saberlas tenemos que entender quiénes son nuestros estudiantes. Con eso podemos determinar algunas estrategias para poder trabajar con ellos”, explicó Tonia Razmilic, jefa del sistema de prácticas de la Facultad de Educación UC. Para la académica es fundamental que los profesores investiguen el contexto en el que viven los alumnos. De hecho, explicó que esa es una labor que han desarrollado las y los docentes en formación y que durante este semestre les tocó realizar prácticas en formato virtual. Y así lo comenta: “En el caso de los escolares, hemos trabajado con sus familias y les hemos pedido que hagan el esfuerzo de levantarlos a una hora determinada para que tengan ordenadas sus piezas y se vistan tal como si fueran a clases. Una de las razones de las cámaras apagadas se da porque algunos estudiantes están en la cama, despeinados y hay edades en las que nadie se quiere mostrar así”.

¿Cómo incentivar, entonces, a que las cámaras se enciendan? Para la subdirectora académica de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Educación UC y psicóloga, Úrsula Echeverría la respuesta es clara: “En el caso universitario, nosotros como profesores estamos en el mismo contexto y tenemos las mismas dificultades que los estudiantes. Entonces es bueno respetar las diversas realidades y es bueno que tengamos respeto por los espacios privados. Además, es bueno ir soltando algunas restricciones. Por ejemplo, sabemos que si tenemos hijos en la casa se puede interrumpir una clase online con cámaras encendidas. O que las o los estudiantes se pueden desconectar por algunos minutos para atenderlos”. Por último, enfatizó la necesidad de hacer un seguimiento a los alumnos, para saber el por qué no se conectan o encienden sus cámaras durante sus clases. Para ella eso evita la deserción, fomenta los vínculos en la comunidad estudiantil y permite tomar medidas de apoyo en caso de que éstas sean necesarias.

2.- La fatiga de los encuentros en línea
Y otro elemento aporta a esa dificultad: la virtualidad cansa. Scott Debb, presidente del programa de maestría en ciberpsicología de la Universidad Estatal de Norfolk explica en un artículo que la gran cantidad de lenguaje corporal que se debe traducir en una clase on line agota a los estudiantes. “Estamos gastando mucha energía en llenar estos espacios en blanco no verbales, y estamos agotando nuestros recursos mentales para prestar atención, para descubrir en qué podemos contribuir a la reunión”. Una sensación que se incrementa al ser mirados mientras también se miran a sí mismos. Jeremy Bailenson, investigador del Stanford Social Media Lab indica que esa “mirada constante” puede llevar a una mayor atención, pero con un costo, la incomodidad. En un artículo en la revista Technology, Mind and Behavior explica que los videos prolongados contribuyen a la sensación comúnmente conocida como “fatiga del zoom”. Tal cómo indica Bailenson “la videoconferencia es algo bueno para la comunicación remota, pero piense en el medio: el hecho de que pueda usar video no significa que tenga que hacerlo”. Verse a sí mismo en un video constantemente en tiempo real, fatiga. Es antinatural, dice Bailenson. “En el mundo real, si alguien te sigue con un espejo constantemente, de modo que mientras hablas con la gente, tomas decisiones, das y recibes retroalimentación, te miras a ti mismo en un espejo, sería una locura. Nadie lo consideraría jamás”. Muchas investigaciones muestran consecuencias emocionales negativas del efecto “espejo”. El investigador recomienda que las plataformas cambien la práctica predeterminada de transmitir el video tanto a uno mismo como a otros, cuando solo es necesario enviarlo a otros, para evitarlo. La comunicación no verbal es natural. Se interpretan de forma natural gestos y señales no verbales de forma subconsciente. Pero en las clases on line, nuestro cerebro trabaja el doble para enviar y recibir señales, otro elemento que se suma a las razones para no prender la cámara. “Tienes que asegurarte de que tu cabeza esté enmarcada dentro en el centro del video. Si quieres mostrarle de acuerdo, debes asentir exageradamente o levantar el pulgar. Eso agrega carga cognitiva“, dice Bailenson. En una clase o reunión normal, las personas mirarán al profesor, toman notas, etc. Pero en las de Zoom, todo el mundo está mirando a todo el mundo, todo el tiempo. La cantidad de contacto visual aumenta dramáticamente. “La ansiedad social de hablar en público es una de las mayores fobias que existe en nuestra población”, dice Bailenson. “Cuando estás parado allí y todos te miran, es una experiencia estresante”.

3.- Algunas conclusiones
Como resumen de las experiencias relatadas podemos concluir que, se pueden considerar los siguientes factores que influyen en apagar la cámara son:
1) El estudiante comparte con otra persona el dispositivo con que accede a Internet.
2) Presenta un bajo (o limitado) ancho de banda de acceso a Internet, lo que impide una óptima comunicación en audio y video.
3) Resguardo privacidad, es decir no desea que el resto de los participantes de la clase vea el espacio físico donde se encuentra.
4) Vergüenza de que su participación de la clase quede grabada y sea objeto de burlas, generalmente sucede en el nivel secundario y terciario o universitario.
5) El estudiante no está presente o está realizando otras actividades, sucede para todas aquellas clases obligatorias.

Análisis de la tarea docente al querer realizar clases online:
1) Realizar un estudio contextual de la infraestructura que dispone el estudiante (computadora o celular, acceso a internet, espacio físico disponible) para poder planificar qué contenidos y actividades se realizarán.
2) Planificar las videoconferencias como recurso multidireccional de comunicación con los estudiantes (consultas, dudas, debates, presentación grupal, coloquios, etc.), es decir tengan actividades y contenidos interesantes, se pueda compartir audio, video y se fomente el debate. Si la intención es sólo transmitir información y contenidos, se puede trasladar a materiales instruccionales (documentos digitales, videos explicativos, etc.) que tienen la ventaja de ser asincrónico (los estudiantes pueden acceder a los materiales en cualquier momento).
3) Ser flexibles durante la videoconferencia, permitir al estudiante apagar la cámara, el micrófono, desconectarse. Ya que están en un ambiente no del todo controlado.
4) Proponer a todos los estudiantes colocar una foto de perfil en la cuenta de acceso que tienen a la videoconferencia.
5) Las clases en línea no tendrían que ser obligatorias para el nivel secundario y terciario o universitario.
6) Los encuentros deben ser concretos y no se recomiendan que duren más de 90 minutos.
7) En los encuentros se deben fomentar actitudes, promover la motivación, realizar actividades colaborativas y delegar en otros materiales los contenidos conceptuales de la materia.
8) Las clases deben ser grabadas para que los estudiantes que no puedan asistir puedan tener acceso en otro momento.

Uno de los grandes errores de los docentes es utilizar las videoconferencias de la misma forma que lo hacen en la clase presencial tradicional, si bien aquí vimos muchos inconvenientes y obstáculos que se presentan, también se debe reconocer que tiene potencialidad (sobre todo en la presentación de materiales multimedia, y el desarrollo de actividades participativas). Se debe considerar que las clases en líneas deben tener sus propios objetivos, que difieren sustancialmente teniendo en cuenta el nivel educativo de los estudiantes al cual va dirigido, en este punto la planificación de las clases acompañadas con otras actividades y presentación de contenidos se hace necesaria. También es relevante, desde la perspectiva de la gestión institucional proponer un protocolo para trabajar con este recurso en donde se especifique las normas de funcionamiento (duración recomendada, si será obligatorio o no, actividades a realizar, etc.).

Fuente:
https://educom.com.ar/camaras-apagadas-estudiantes-en-clase-en-linea/

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